Desde sus primeros singles “Nuevos tiempos” y “Astros” se notaba el camino sonoro que construía Miles Cienfuegos. Sin embargo, con la llegada de su álbum debut “Fuego Circadiano” ha superado con creces lo que cualquiera hubiese podido imaginar, elevando su propuesta noise a un nuevo nivel.
Ya no es un misterio para nadie que frecuente los sonidos del indie rock peruano, que el shoegaze y el noise han capturado la atención de los jóvenes melómanos y el álbum debut de Miles Cienfuegos, es la prueba del momento fructífero y sólido que vive la escena local.
En su primera gran producción, la banda integrada por Luis Cienfuegos (guitarra y voz), Alejandro Azañero (bajo), Marcelo Rosas (guitarra) y Kevin Elliott (batería), conjuga una serie de influencias sonoras que tienen en Austin Tv, El Mató a un Policía Motorizado, Radiohead, Juan Gris y Niños del Cerro, como un faro cuya luz no los ciega cayendo en el juego de buscar parecerse a sus referentes, sino que son el punto de partida para crear una propuesta auténtica conducida por Rafael Carranza en la producción.
«Fuego Circadiano» es una colección de canciones llena de contrastes que no se resigna a acomodarse en el noise, sino que encuentra espacios para la reflexión y la exploración interna, como en ‘Colapso’ y ‘Formas’, con melodías acústicas que se amalgaman con teclados y sintetizadores.
En ‘La conquista del fuego’ y ‘Viento’, Miles Cienfuegos no se guarda nada y pone al descubierto toda su artillería compuesta de guitarras, distorsiones y percusiones que no dan tregua e invitan al movimiento.
«La perfección es perderse, para perderse hay que amar, tú no amas, tú rompes, tú asesinas y nadie te ama» dicen en ‘Crisálida’ tema que da la bienvenida al disco en una serie de reflexiones intensas que continúa a lo largo del álbum con «Que el dolor se marche ya sin dejar huellas de eternidad» en ‘Syd’.
Poco importa no entender por completo el significado de todo lo que relata Luis Cienfuegos en las ocho canciones que componen el disco. En boca de Miles Cienfuegos, el amor, la desesperanza, la destrucción de uno mismo, la resiliencia y el renacer; se convierten en un código compartido por quienes disfrutan de saborear los tragos amargos de la vida y abrazar con esperanza y calor fraterno las victorias conseguidas en cada paso.
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