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El pulso de la penumbra: Lima New Wave 2025 y la reactivación del sur oscuro

En el lado sur de esta América rota por sus contradicciones, hay una corriente que no muere ni retrocede: se agazapa, se transforma, persiste. El dark wave, ese eco denso y ritual del post-punk europeo, encontró en Latinoamérica una segunda vida. Y si alguien todavía duda, que se acerque a Yield Rock este 30 de abril, cuando el Lima New Wave retome su lugar entre los actos que no necesitan llenar estadios para dejar huella. Euroshima, sí, ese Euroshima, regresa a Lima como cabeza de cartel, trayendo consigo un aliento que no caduca: aquel que huele a niebla, humo y cuero envejecido por décadas de conciertos subterráneos.

Fundados en los ochenta, cuando Buenos Aires se recomponía de la dictadura y el post-punk era también una forma de exorcismo, Euroshima capturó el estado emocional de su tiempo con una lucidez rara. No hablaron de esperanza: hablaron de lo que queda cuando se la pierde. Y esa narrativa sigue viva. Su vuelta a Lima —después de años de ausencia— no representa un revival, sino una reactivación. Lo que ellos encarnan nunca se fue. Y si su nuevo material mantiene la cadencia fúnebre y elegante que los hizo legendarios, lo que mostrará en el festival será algo más que música: será memoria activa.

Junto a ellos, una constelación de nombres locales sostienen el templo. Carlos Compson continúa su exploración detallada de la decadencia urbana. Voz Propia sigue desafiando la lógica del tiempo —y de la nostalgia— con una propuesta que nunca necesitó reinventarse para ser escuchada. Cenizas insiste con la potencia de quienes han sobrevivido a todo, mientras Rose Inferni planta lo suyo desde un imaginario íntimo y ceremonioso. Y Dj Vamp Siniestro, como epílogo ritual, reúne todo ese linaje en una sesión que no se baila: se atraviesa.

Pero el mérito no está solo en los nombres, sino en la insistencia. La escena oscura en Lima no vive de modas, ni de algoritmos, ni de nostalgia inflada. Vive de encuentros así: eventos que no quieren agradar, sino provocar, rasgar, incomodar. No buscan epatar, ni vender humo. Solo convocan a quienes saben que hay más verdad en un delay bien colocado que en diez playlists editoriales.

No se trata de resistencia romántica. Es más bien un recordatorio: la oscuridad no necesita permiso para existir. Solo pide un espacio donde pueda crecer sin explicarse. Este 30 de abril, ese espacio volverá a abrir sus puertas. Y algunos ya sabemos qué se siente entrar.


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