Lo puse sin esperar demasiado. Era tarde. Una de esas noches donde el cansancio se mezcla con pensamientos que no terminan de irse. No sabía bien qué quería escuchar, pero sabía que no quería ruido. Entonces di play a Me Quiero Ir de Ti.
Desde el primer acorde, el disco no me exigió nada. No buscó sorprenderme ni impresionarme. Solo estaba ahí, hablándome bajito. Como alguien que se sienta a tu lado cuando no sabes qué decir, pero no se va.
La primera canción, “Me Quiero Ir de Ti”, me sacó una verdad que llevaba rato esquivando: irse también puede ser una forma de quedarse con uno mismo. De cuidarse. No por falta de amor hacia el otro, sino por fin, amor propio.
Escuchar este disco fue como volver a ver fotos que no sabía que aún dolían. Las canciones no son grandes declaraciones, pero tienen algo que se siente real: una emoción que no pretende dramatizar nada, solo contar lo que pasó, lo que quedó, lo que aún vibra por dentro.
“La belleza de tu cuerpo” me atrapó de golpe. Hay algo en esa canción que mezcla deseo con nostalgia, como querer volver a un lugar que sabes que ya no existe. No sé a quién le canta Victormanuel, pero al escucharla, uno siente que también es sobre alguien que ya no está… o que uno decidió dejar ir.
“Viento” fue una pausa. Literalmente. Casi sentí el aire del desierto de Atacama. Es una canción paisaje. Te deja viendo hacia adentro, sin prisa. Es la soledad que no incomoda, sino que te acomoda.
Y entonces llegó “Ayelet”. Esa canción que podría llamarse de mil formas, porque en realidad no importa el nombre. Importa lo que esa persona te hizo sentir. Todos tenemos un “Ayelet” escondido en alguna parte del pecho.
No sé si este disco me rompió o me reconstruyó un poco. Tal vez las dos cosas. Pero sí sé que terminó y me dejó en silencio. Uno de esos silencios que no se sienten vacíos, sino necesarios.
Victormanuel no compone desde la pose, sino desde el lugar donde duele. Y lo más bonito es que, aun desde ahí, logra dejarte una sensación de calma. Como si decir lo que sentiste, aunque nadie más lo escuche, ya fuera una forma de sanar.
Escuchar Me Quiero Ir de Ti no cambia el mundo. Pero te cambia a ti. Aunque sea un poquito.
Y en noches como esta… eso ya es bastante.
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